18 may 2011

Nostalgia

 “…sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas…”



La siesta me devolvió nostalgia. Quizás fuera el frío, la curiosidad infantil de entender las galaxias o mis histriónicas explicaciones científicas lo que nos obligó a amontonarnos, otra vez, en esa cama.

El olorcito de esos cuerpitos recién bañados y  los mimos bajo las sábanas eran lo único capaz de romper el trance entre la película y nosotros. El democrático debate estableció que mi lugar en la contienda era el del centro. Equidistante entre la incomodidad y las caricias. Atrapada entre el aquí y el más allá.

Ellos velaron mi sueño. Enredados los pies y las manos, los tres.

Entonces, escuché susurrar al menor decir: - ¡Mirá como duerme! Parece un gatito.

Y la princesa rompió el embrujo: - ¡Papá, la va a despertar y se va a volver a ir!

Con mi mayor esfuerzo intenté prolongar la agonía, soy especialista en eso, pero finalmente abrí los ojos. 

El golpe que me devolvió a la tierra, fue el encuentro de los ojos. En ellos vi renacer la angustia que creímos liberada. La impotencia masculina se me representó de repente.

Su cuerpo no miente, sus ojos tampoco. Y cuando la verdad se te representa con tanta violencia, es imposible negarla ni ocultarla.

Los niños tienen una sabiduría perturbadora. Y que ellos hayan acomodado su historia con menos excusas que los adultos desnuda la realidad de manera cruel, terminante y definitiva: Sus hijos me aman más que él. 

Y eso me ubica en un lugar tan alto, tan lejos, tan etéreo que no logra alcanzarme. Es incapaz  de hacerlo. No quiere hacerlo. Y ante tremenda evidencia todo el amor que puedo se vuelve impotente.

La nostalgia se desata, no sólo con el recuerdo de que todo pasado fue mejor, sino cuando empezamos a extrañar todo aquello que no sólo no fue sino que tampoco será. 

La nostalgia que desata un afecto truncado es un tifón, incontrolable. La madurez exige ser responsables, porque cuando el amor se multiplica, por dos, por tres, por mil, las consecuencias del fracaso y la impotencia hacen que el huracán de la nostalgia sean demoledoras.

Ellos quedaron sonrientes, fascinados con sueños estelares, eclipsados por el destino escrito de luchar contra el mal. Como nosotros, malditos hipócritas, incapaces de luchar contra el desamor y la cobardía. 

Yo no he vuelto a soñar. Apenas si puedo dormir.






4 comentarios:

  1. Y me deja la pregunta ¿Adónde van a para los amores perdidos?.
    Me gustó.

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  2. yo lo unico que te puedo decir cuando leo esto es que te quiero.

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  3. Como poner en palabras lo mucho que me gusta leerte?
    No se, pero es demasiado...
    Gracias por la magia de tu escritura...

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  4. Soberbio relato...te juro q tengo esas caritas clavadas en la mente...que buena construcción poética y conceptual de algo tan complejamente simple como es "no hacerse cargo" la escritura es un purgatorio, la puta madre!
    Te abrazo amiga

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"las palabras no valen sólo por su significado sino por el efecto que producen"
...Gracias...ʚϊɞ