“Siempre imaginé que el Paraíso sería algún
tipo de biblioteca”
(Jorge Luis Borges)
Estuve recordando juguetes, en épocas de
balances cada uno pone en su libro de saldos los recuerdos que valora. Y yo soy
de las personas que valora los juguetes. Afición que adquirí de grande,
quizás porque de niña no tuve tantos como hubiese deseado. Tampoco entonces lo
viví como una falta, pero se convirtió en una deuda que voy saldando de adulta.
Cumplí 8 años cuando me regalaron mi primera
muñeca. Era de trapo, con trenzas y
flequillo de lana rosa. La bauticé Verónica, por los cuentos que ya entonces
leía. Poldy Bird le dedicaba a su hija hermosos relatos y divertidas enseñanzas
que yo aplicaba con mi muñeca de trapo. Verónica, como la de la autora, era
depositaria de todo lo que ya entonces soñaba: que alguien te inspire tanto que
puedas hacerlo libro.
Mi amor por los libros, cómo muchos otros
amores de la época, lo inicié desde el odio. A los 6, mi mamá, docente de la
vieja escuela, me obligaba a tres lecturas diarias. Recuerdo el sufrimiento de
aquellas prácticas como el principio de mis actos de resistencia. Porque cada
vez que leía mal una palabra me hacía empezar de nuevo. Todo de nuevo. Hasta
poder leer perfectamente como corresponde a una niña de 6 años. Entonces descubrí
que si leía muchas veces y lo aprendía de memoria no había forma de equivocarme
en el texto. Y así fue como logró mi
mamá que yo leyera muchísimo y que aprendiera a hacer trampa.
Desde entonces los libros me salvan. Aprendí sobre el mundo y sus principios,
a jugar ajedrez, matemáticas y hasta hacer comida china de los libros. Cada
mes destino parte de mis ingresos a comprar unos cuantos, lo hago desde que tenía
10 años cuando compré, yo sola mi primer libro.
Es el mejor regalo que alguien puede hacerme.
Tan es así que uno de mis libros preferidos me lo regaló la ex mujer de mi ex
marido. En definitiva, ella también tiene buen gusto para los hombres y para la
filosofía.
Hoy Sofía, que ya tiene 9, estaba
sinceramente insoportable. Inconforme, demandante y chillona. Algo le pasa,
pero está ejerciendo el derecho a ocultarnos cosas. Ya tenía la paciencia bastante inflamada
cuando recordé un truco que usaba mi primer novio cada vez que me asaltaba la
angustia y el llanto. La subí a un taxi todavía quejosa y sin que tuviera mucha
opción de resistirse la metí en el «Baúl del
abuelo», una librería de usados que queda cerca del centro.
Me miró ansiosa y sorprendida. Le dije que
mire, que busque, que revuelva, que encuentre. Yo me dediqué a lo mismo. Por
dos horas cada una de nosotras caminó por distintos senderos de aquel laberinto
de historias sin tiempo.
Nos dedicamos a separar y descartar hasta encontrar pequeñas
reliquias que nos acompañen los próximos días y algunos años. Finamente ella optó por
uno sobre la cultura egipcia [¡ pobre mi
reina que plácida y difícil vida la espera!] , y como contrapunto debido uno sobre
duendes y hadas. Yo le agregué: «Cuentos para Verónica». Y compré, otro libro de Des
Cars, resignada a seguir añorando «El solitario».
Volvimos todo el camino en silencio. A punto
de terminar el viaje, aún con dudas evidentes Sofía se atrevió a confesar:
- Te estoy escribiendo un libro.
No hizo falta nada más. La plenitud debe ser algo
muy cercano a esto.-
Una de las cosas más lindas que me legó mi mamá fue el hábito y el amor por la lectura. En mi casa materna hay un altillo lleno de cajas con todos los libros que fui acumulando desde los 7 años hasta que me fui de mi casa para levantar vuelo.
ResponderEliminarEstán ahí aguardando por mis hijas, supongo.
Escribir a alguien y que te escriban a vos es un privilegio que nace del amor. Al menos eso creo yo.
Amor total! Me encantan los relatos de iniciación, estos en particular donde la gente cuenta sus infancias lectoras, será xq yo no la tuve sino q la construí de grande, me parece tierno y fascinante.
ResponderEliminarY si...que te escriban un libro, sobre todo un niño, es la plenitut y un honor
Abrazo amiga
Muy pocas veces vi plasmado en letras tanto amor, y para muchos como nosotros que amamos los libros y nos resistimos a perder ese amor por el olor al papel de las reliquias, o el olor a aire puro de los nuevos, esto es un encanto de lectura. Y cuando hablo de encanto hablo de magia, que es lo que destila cada uno de sus textos que disfruto tanto desde mi lugar de aprendiz de mago.
ResponderEliminarRealemente esta muy bueno. Creo que expresa una escalón alcanzado en la vida.. Pero sin haber sido esperado alcanzar, de esos con los que uno esta dispuesto a sumar en nuestra escalera de vida.. Ya sea para poder bajar o poder subir..
ResponderEliminarMuy lindo! Me lleno de emoción! :) Besos bella!
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